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Para un no amante de la naturaleza, ¿acampar o no acampar en el Tayrona?

  • attraversiamoxivala
  • 19 oct 2017
  • 7 Min. de lectura

Lo primero que puedo, y siento que debo decir, con respecto a una noche de camping en el Tayrona es que: NO es fácil, pero vale mucho la pena.

No suelo considerarme una persona amante de la naturaleza, si me preguntan siempre preferiré la ciudad. Pero otra cosa que debo decir con respecto a este parque natural es que es absurdamente hermoso.

Antes que todo, al momento de pensar sobre si ir a acampar al Tayrona, recomiendo altamente llegar así sea un día antes a Santa Marta. En Santa Marta, si no se tiene un apartamento propio o de alguien conocido, hay muchos hoteles y hostales baratos que facilitan la estadía.

Para llegar a la entrada del Parque Nacional Natural Tayrona, el camino desde Santa Marta es más o menos de una hora en carro y recomiendo mucho salir, entre más temprano, mejor. También hay transportes que llevan a las personas que no tengan un carro propio. Nos encontraremos con una especie de peaje, allí es donde se compra la entrada al parque. El precio varía dependiendo de la temporada y la edad de la persona (niño, adulto, adulto mayor), por haber ido en un fin de semana con lunes festivo y ser considerada una adulta me costó 35.000 COP. Llegué más o menos a las 8:00 a.m. a dicho peaje.

El parque cuenta con un parqueadero que es gratis, se puede dejar el carro hasta 48 horas y estará seguro. Aquí es donde comienza el verdadero viaje ecológico. Alrededor de este parqueadero hay selva pura, todo es verde y huele a tierra y animales, lo que es normal ya que hay una caballeriza ahí mismo.

Unos hombres se acercan a ofrecer el servicio de caballos y mulas para llegar hacia la primera playa: Playa Cañaveral. El camino es largo, lleno de subidas y bajadas, y en muchas partes se puede encontrar estiércol o barro. El servicio de caballos cuesta 15.000 COP. Mi grupo de amigos y yo decidimos pagar este servicio porque teníamos maletines grandes y pesados ya que llevábamos comida, ropa y las carpas y sleeping bags en que dormiríamos.

No me arrepiento ni un segundo de haber decidido montarme en ese caballo. El camino era larguísimo, con riachuelos que había que cruzar a cada rato, incluso abismos a los lados. Caminando todo eso con maletines pesados en mi espalda no es mi idea de una buena caminata.

Sin embargo, a pesar del calor y los mosquitos (RECOMENDACIÓN: LLEVAR REPELENTE), todo vale la pena. A primera vista se ve un tipo de selva pequeña con una playa al fondo, hay pequeñas chozas con hamacas y tubos de agua potable grandes. Por pura curiosidad pregunté el precio de aquellas cabañas: más o menos 400.000 COP la noche. Tayrona al estilo chic.

En este primer lugar hay cafetería, baños, y muchos indígenas con sus animalitos por todos lados. También me encontré con muchos extranjeros, casi nadie hablaba español. Playa Cañaveral es reconocida por sus rocas gigantes y grises en la orilla y porque han muerto más de 200 turistas ahogados en ella, como dice un cartel grande que se ve desde lejos. El mar es gris, sus olas grandes y enseguida entiendo por qué hay tantos ahogados, nado bien pero jamás me atrevería a entrar en ese mar.

No había mucho que hacer aquí y el sol que estaba haciendo literalmente quemaba (Recomendación: MUCHO bloqueador). Playa Cañaveral es de arena blanca y la caminata para llegar a la próxima playa es larga, así que nos pusimos en marcha. Nuestro siguiente destino es Playa La Piscina.

Entrando por un pequeño caminito, que en el medio tiene un pequeño stand de venta de jugos de naranja atendido por una señora indígena, nos encontramos con Playa La Piscina. Se llama así porque está rodeada de una barrera de rocas que hace que parezca una piscina. No tiene muchas olas, se puede nadar con completa tranquilidad y su agua es totalmente azul. Definitivamente una de las playas más hermosas que he visitado en mi vida. Había animales marítimos, muchos pececitos e incluso corales en el fondo. Se ofrece el servicio de snorkeling por 20.000 COP.

A pesar de ser una playa tan hermosa no había muchas personas en ella, mi grupo de amigos y yo más otras cuantas personas éramos los únicos por ahí. Decidimos descansar un rato, comer algo y seguir nuestro camino. El sonido de las olas es lo único que se podía escuchar a la distancia, de verdad es extremadamente relajante. Algo que debo recalcar es que nosotros decidimos llevar nuestra propia comida porque allá las opciones suelen ser muy escasas y también muy caras. Llevamos comida enlatada como salchichas y atunes, frutas, empaques como mecatos, maní, chocolates, barras de cereal, barras de proteína y también sandwichs y wraps y mucha, mucha agua.

La caminata hacia Cabo San Juan, la playa más hermosa de todas y en donde se puede acampar, es larguísima. Salimos de Playa La Piscina más o menos a las 10:30-11:00 a.m. y llegamos a nuestro destino a la 1:00 p.m. pasadas. El camino estaba marcado por las tantas personas que pasan por ahí. Se podía escuchar en especial micos y pájaros por todos lados. Había muchos árboles de plátano y banano cuyas frutas suelen caerse por doquier ya que a los micos, como nos dijo un guía en el camino “les encanta molestar”. Fue durante esta caminata que agradecí con todo mí ser haber usado shorts y tennis de ejercicio, porque sí, hay personas que van en jean “para los mosquitos y el sol”, no cometan ese error simplemente usen repelente.

El cansancio se apoderaba de mí, tenía la esperanza de encontrarme un servicio de caballos que me llevaran hasta la famosa playa, pero no, los caballos no llegan hasta allá. El agua en este punto, recalco, es de vital importancia.

En el camino nos encontramos con una casa hermosa, blanca de dos pisos y cercada. Me dio curiosidad saber a quién pertenecía ya que este en un parque nacional, no puede haber propiedad privada dentro de él, solo las cabañas y pequeños puntos de servicio que pertenecen a indígenas. Un señor que iba pasando por ahí me dijo que pertenecía a la familia Dávila, todo cobró sentido… (Dato: La familia Dávila es una de las más adineradas de Santa Marta y se mueven mucho en la política).

¡Al fin llegamos a Cabo San Juan!, luego de caminar por más de una hora y quiero decir que valió totalmente la pena. Cabo San Juan es como un paraíso: está lleno de palmeras por todos lados, pequeñas carpas de camping agrupadas en el lugar donde se pueden poner, un pequeño restaurante y bar en donde venden más que todo cervezas artesanales y nacionales y comida de mar, arena limpia y blanca y un vasto mar azul.

La orilla del mar estaba llena de personas bronceándose, casi todas eran claramente extranjeros, no escuchaba casi que ni una palabra en español además de las nuestras. De frente al mar, a la izquierda, se ve una piedra gigante con una cabaña en la cima. Hay unas escaleras que facilitan la llegada a ella. La vista desde la cabaña es aún más hermosa de lo que se ve desde abajo. Tiene dos pisos y está llena de hamacas en las que uno puede dormir por 15.000 COP la noche, la noche de camping abajo no tiene costo alguno.

Mi grupo de amigos y yo decidimos bañarnos en el mar, almorzar lo que habíamos llevado y coger el sol. Luego de un día de mucha actividad se acercaba el anochecer y pude ver uno de los atardeceres más espectaculares que he visto en mi vida: el cielo tenía una combinación exquisita de colores entre amarillo, naranja, azul e incluso morado y rosado.

Se prendieron las pocas lámparas que hay en la playa y fogatas. Muchas personas se reunieron alrededor de las diferentes fogatas ya fuese para hablar o tocar instrumentos y cantar, por un momento me sentí en una película, el ambiente era en verdad exquisito.

A las 10 p.m. se apagan los interruptores de energía y el lugar se alumbraba por las fogatas, casi todo se veía completamente negro a excepción de la zona de camping, solo se podían escuchar las olas del mar, música proveniente de parlantes o instrumentos y conversaciones en muchas clases de idiomas.

Nosotros decidimos dedicarnos a tomar cervezas, hablar y escuchar música. A la 1:30 a.m., más o menos, comencé a sentir todo el cansancio de un día de mucho esfuerzo. La noche era fría y hacía mucho viento, por lo que entré en la carpa que armaron mis amigos hombres mientras nosotras nos bronceábamos. Llevamos varios sleeping bags ya que los colchones inflables pesaban mucho, apenas me acosté, caí como una piedra.

Puedo decir que dormí cómoda pero eso en realidad depende mucho de la persona, personalmente me puedo quedar dormida donde sea. Varias de mis amigas se quejaron por el dolor de espalda o por el frío, yo dormí delicioso. La mañana en Playa Cabo San Juan es muy fresca, huele bastante a madera quemada por las fogatas ya apagadas de la noche anterior y se puede escuchar música desde que se abren los ojos. Logré ver personas metidas en el mar y no entendía cómo soportaban el agua fría a esa hora de la mañana, eran apenas las 7 a.m.

Nosotros decidimos comer lo que nos había sobrado del día anterior y ponernos en marcha de vuelta, ya esa noche íbamos a dormir en Santa Marta y queríamos aprovechar el día en la casa de un amigo, que es donde nos íbamos a quedar.

No puedo decir que soy una amante de la naturaleza luego de visitar el Parque Tayrona, me da y me sigue dando duro el conectarme con ella, pero aun así no lo sea sí puedo asegurar que es un paseo que cualquier persona debe hacer: es hermoso, demasiado hermoso, no es costoso, y con un buen parche es realmente delicioso. Acampen y arriésguense, si no les gusta simplemente no lo vuelvan a hacer y ya.

P.D: Pueden llevar sus celulares para cuando ya estén de nuevo en el parqueadero de la entrada del parque, pero mientras estén en pleno Tayrona pueden apagarlos y desconectarse por completo: no hay ni un céntimo de señal.

 
 
 

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